Entonces
Seguí con mi parte del trato. No le di
problemas a mi familia. En los
meses que llevaban a la ceremonia de
matrimonio, digo que sí cuando
debo y hago lo que me dicen.
Pero todo el tiempo, el amor creció en
mi interior como un secreto
delicioso.
Si Conrad recordaba a la delgada y
asustada chica que sostuvo por un
breve momento en una frígida esquina
de Boston, no mostró señales
cuando nos conocimos. Desde el
principio, fue educado, amable,
respetuoso. Me escuchaba, y pregunta
sobre lo que pensaba, lo que
me gustaba y lo que no. Me dijo una
vez, al principio, que le gustaba
la ingeniería porque disfrutaba la
mecánica de hacer cosas funcionar
estructuras, máquinas, lo que sea. Sé
que solía desear que la gente fuera
más fácil de decodificar.
Un año antes de que Conrad murió,
recibió el diagnóstico: un tumor del
tamaño del pulgar de un niño
creciendo en su cerebro. Fue repentino y
totalmente inesperado. La mala suerte
de un doctor.
Estaba sentada al lado de su cama en el
hospital cuando de repente se
sentó, confundido por un sueño.
Incluso cuando traté de empujarlo de
vuelta hacia las almohadas, me miró
con ojos salvajes.
—¿Qué le sucedió a tu chaqueta de
cuero? —Preguntó.
—Shh —le dije, intentando
calmarlo—. No hay ninguna chaqueta de
cuero.
—Estabas usando una la primera vez
que te vi —dijo, frunciendo el
ceño levemente.
Luego se hundió de pronto contra sus
almohadas, como si el esfuerzo
de hablar lo hubiera cansado. Y me
senté a su lado mientras dormía,
apretando su mano, observando el sol
revolverse en el cielo fuera de la
ventana y los patrones de luz moverse
sobre su sábana. ́
Y sentí júbilo.
Conrad siempre sostenía mi cabeza
—levemente, con ambas manos—
cuando nos besábamos. Usaba lentes
para leer, y cuando estaba pensando
mucho sobre algo, los pulía. Su
cabello era liso excepto por un pedacito
que se enroscaba detrás de su oreja
izquierda, justo sobre su cicatriz del
procedimiento. Algo de esto lo observé
en seguida, otras cosas las aprendí
mucho después.
Pero desde el principio, sabía que en
un mundo donde el destino era la
muerte, estaba destinada, por siempre,
a amarlo. Incluso si él no lo hacía,
no podía, amarme devuelta nunca.
Esa es la cosa sobre enamorarse: sólo
hay una opción después de eso.
Fin
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