Ninguna de las personas del hogar me
culpo por la huida del ladrón,
estaba preocupada de que lo hicieran,
incluso después de que se
descubrió que un cuchillo de la cocina
había desaparecido. Todo el
mundo supuso que había encontrado
alguna manera, que se las había
arreglado para aflojar las cuerdas el
mismo y habría robado el
cuchillo antes de escabullirse.
Los duros, los que habrían querido
verlo muerto se enfurecieron:
él no era bueno, podría estar de
vuelta y matarnos a nosotros mientras
dormimos, había que llevar un control
de toda la comida desde ahora
y que nunca debimos de haberle dado una
oportunidad.
Casi les digo, tuve que haber
confesado, pero estaba demasiado asustada
El ladrón había prometido estar de
vuelta a medio día, pero el medio
día llego y se fue.
Yo sabía que me había mentido. Nunca
volvería, Blue iba a morir y
todo había sido mi culpa.
No podía llorar por eso, porque había
aprendido a nunca llorar,
Recuerdo: una luna alta, el peso del
miedo, el apretón de la culpa. Un
viento frío, trayendo unos olores no
familiares. El crujido de una rama.
Un paso. Y de repente ahí estaba el
ladrón, saliendo del bosque,
luciendo diez años mayor de cuando se
fue, empapado. Llevaba una
mochila.
Por un segundo, yo no podía creer que
fuera real. Pensé que estaba
soñando.
“Albuterol” dijo el, levantando la
mochila “Para la chica. Y suministros
para los otros. La penitencia por mi
crimen.” Tylenol, Sudafed,
Neosporin, Penicilina. Era un bote.
Nadie podía creer que había vuelto.
Nadie podía creer que hubiera
arriesgado su vida, hizo una cruza al otro
lado, para abastecerse de suministros
que tan desesperadamente
necesitábamos.
No dijo nada sobre el acuerdo que
habíamos hecho. Sus crímenes
anteriores habían sido perdonados. Les
dijo a las personas del hogar
sobre una pequeña instalación de
almacenamiento simple, sin
seguridad y totalmente desmarcado a
orillas del río Cocheco.
El hombre que lo poseía, Edward
Kauffman, era un simpatizante,
y repartió medicamentos y hasta hacia
ciertos tratamientos a incurados
a escondidas.
Tack se había trasladado aguas arriba,
luchando con una pesada
corriente y cruzo al este de la clínica
de Kauffman.
Había tenido que esconderse durante un
tiempo antes de cruzar de
nuevo, a la espera de que se fuera una
patrulla de regulación.
“¿Cómo sabias acerca de la
clínica?” le pregunte.
“Mi hermana” dijo brevemente, él
no lo dijo, pero lo supuse: ella
había tenido algún tratamiento en esa
clínica, algo que no quería
que yo supiera, lo entendí hasta más
tarde.
“Afilado como una Tachuela” dijo
Grandma después de que el
ladrón hubiera terminado de hablar.
Por lo que el ladrón recibió un
nombre, y se convirtió en uno de
nosotros.
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